La luz del láser incide sobre la melanina, la que da color y que se encuentra tanto en el pelo como en la piel.
Cuanto más negro es el pelo más melanina tiene y cuanto más negra o morena es la piel también mayor contenido en melanina tiene.
En el caso del pelo, la energía del láser viaja por su melanina a lo largo de él hasta llegar al folículo piloso (responsable de su crecimiento) que queda destruido por acción térmica. Es decir, que cuanto más negro es el pelo, más melanina contiene, más energía térmica llega al folículo y mayor es el efecto destructor, lo que implica un tratamiento depilatorio más efectivo.
En el caso de la piel, cuanto más oscura sea, más melanina contiene, mayor energía térmica atrapará y esto implica mayor calentamiento de la piel, mayor agresión y mayor riesgo de quemadura.
En conclusión, el color de la piel siempre ha sido un limitante para la energía del disparo y por tanto para la efectividad del tratamiento. Sin embargo, las nuevas tecnologías de depilación láser, han logrado que este clásico problema forme parte del pasado.